La costumbre de encender fogatas a fines del mes de junio se remonta, según los estudiosos, a la prehistoria. Los grupos humanos del Neolítico celebraban ese ritual en el solsticio de verano (del hemisferio norte), hecho astronómico que marca el momento en que los días comienzan a acortarse. Rito mágico cuyo propósito era que retornase el calor vivificante y germinante del sol, perduró durante la difusión del cristianismo mimetizándose con festividades sacras como el nacimiento de San Juan Bautista (24 de junio) y el martirio de San Pedro y San Pablo (29 de junio).
Las diferentes corrientes inmigratorias que poblaron América trajeron consigo sus tradiciones culturales reproduciendo, en sus nuevos hogares, las festividades del solar originario y en todos los barrios de Buenos Aires florecieron las llamadas “fogaratas”. Los vecinos de La Boca, de origen mayoritariamente genovés, reprodujeron la celebración desde muy temprano en su historia, aunque las características físicas del barrio alertaban en su contra.
Las casas de madera y chapa y la vecindad de talleres y depósitos con materiales inflamables eran una permanente amenaza y los devastadores incendios, una memoria siempre presente, como ha quedado registrado en más de un óleo de Quinquela Martín. Por este motivo, los lugares preferidos para erigir las piras fueron la ribera, las plazas o las calles más amplias, a pesar de las prohibiciones y advertencias en contrario de las autoridades, por lo que siempre contaron con la atenta vigilancia de los bomberos.
Me encantó. Estuve allí y fue espectacular. Gracias por compartirlo
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